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Post by Camille Marcet on Oct 2, 2022 22:05:56 GMT
Escondió detrás de su mano una pequeña sonrisa con algunos comentarios de Eros. Al menos trataba de verse más discreta pero divertida con su presencia. — Que va, realmente comencé muy pequeña con clases de equitación, mi madre siempre fue muy exigente con eso... Aunque no me quejo mucho, hasta ahora ha sido muy divertido, además de dar un momento bastante agradable para reflexionar y apreciar tus alrededores, como si te alejaran de tus problemas — Fueron avanzando más tranquilamente por los enormes jardines del domicilio. A diferencia de la casa del rubio, las decoraciones en los jardines eran más a un estilo gótico que acompañaba la casa de la danesa. — Fue un gran momento para dejarse ir, si me permite decirlo — suspiro un poco bajando la cabeza por un momento dejando caer un poco sus hombros — No realmente, nadie me cuestiona si llego a casa o no, incluso en el trabajo comprendieron que tuve contratiempos de salud — se veía algo decaída por un momento, inhaló profundamente para recomponerse. — No se preocupe, realmente le debo la vida y jamás podré terminar de estar agradecida con usted por ayudarme y acogerme en su hogar— El jardín estaba lleno de rosales y flores un tanto más oscuras, que rebotaban entre colores escarlatas y tintes casi negros.
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Post by Eros VIII Aeneas Valentine on Oct 2, 2022 22:09:44 GMT
- Oh...ya veo, su educación ha sido extensiva.. - reflexionó, pensando como también parecía que la habían inculcado la educación musical. A él también le habían ido enseñando desde pequeño cosas que le servirían para desempeñar su papel, el papel que el destino, su sangre y su legado habían escogido para él. Dejó que su mente divagara un poco en imaginar que hubieran escogido ambos de haber tenido más libertades. Aunque debía admitir que Camille se veía con una gracia etérea e inusual cuando tocaba música o cabalgaba y se preguntó si simplemente ella se veía así siempre...sin importar que. - Creo que es un vínculo único. El que puedes formar con un animal tan noble y bello. - dijo, observando a Magdalena con una ligera sonrisa en sus labios.
Sonrió observando a la pelirroja, pero su mirada también se tornó algo triste y pensativa. Si el viviera en la misma casa que aquella mujer se preocuparía de su ausencia, no solo eso, la sentiría como un frío helado que se va apoderando de todo. Aquel pensamiento tan directo lo hizo sonrojarse un poco y desviar la mirada, aprovechando para ver aquel jardín que pasaban, tan diferente al de su madre. - Bueno, usted me ha recibido en el suyo también. Debo decir que estoy acostumbrado tanto a las flores de mi madre que ver un lugar tan distinto me hace sentir como en...otro país. - Se encogió de hombros y soltó una ligera carcajada, que parecía apenas un soplo de viento. - Como le dije no soy nada experto en cuidar flores pero...¿Me regalaría alguna de su jardín? Así cuando la viera crecer me recordaría a usted. - dijo, observando los ojos de la mujer.
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Post by Camille Marcet on Oct 2, 2022 22:14:11 GMT
Por aquel rabillo melancólico de los ojos borgoña de la chica pudo percatarse de ese bajoneo anímico del rubio, pues al menos sus ojos conocían esas expresiones, al dar noticias sobre estados de salud en el hospital hasta sentimientos propios de ella remembrando su vida. "No actúes de manera imprudente, no dejes salir tu sentir, no puedes hacer que alguien más cargue con tus penas". Fue el pensamiento que se sembró en su mente atormentada, lanzándose a un precipicio de conclusiones anticipadas.
Tomó una postura más meticulosa en cuanto a detalles, cuidando cada paso, cada palabra, tal como su madre había enseñado. Giró la mirada disimuladamente para que el joven no se percatara de su vista; pero nuevamente sus ojos buscaron los ajenos en un acto de atención.
—Se que no es tan hermoso como el de su madre, este es un tanto más... lúgubre. — una ligera sonrisa y bufido con tintes divertidos salió de ella — Algo más Europeo entre los siglos XVIII y XIX, Victoriano con caricias góticas si nos vemos más especiales —
La petición del joven la hizo detener cualquier gesto por la impresión, sus palabras fueron cortadas ante lo inesperado, aún cuando estaba tratando arduamente de tener una postura más "elegante y superficial", pero con aquella mirada tan profunda que le había dado, llegó muy al interior de la mujer. Se demoró unos segundos llevando una parte de su índice hasta sus labios en lo que detuvo a Pandora en medio de los jardines, cerca de unos rosales, con unas flores tan rojas, abiertas junto con otros botones más pequeños y rosados... aunque olían mucho más fuerte que una rosa normal, una fragancia muy cautivadora, que daban incluso ganas de comerla.
— Me honraría muchísimo y con todo el gusto veré que le preparen un rosal pequeño para usted... aunque hay algo de lo que le quiero hablar antes — extendió su mano hasta los rosales, cortando una rosa para acercársela, permitiendo que oliera un poco más de cerca. — Estas requieren un cuidado un poco más... "especial". Comenzando por la luz, requieren nula luz, a lo mucho tal como está el día, nublado o bien, una arboleda que proteja a la planta... de lo contrarío tomaría un color como esta — comentó enseñándole en medio de los rosales una rosa negra, seca y caída sobre su tallo — Estas rosas son parte de una herencia familiar bastante peculiar. No deben ser regadas con agua, el agua no les hace daño pero no las nutre, si notó su aroma, estas rosas atraen a algunas presas porque al acercarse demasiado a las rosas... — le demostró al acercar su dedo a uno de los pétalos, la rosa extendió una espina clavándose en la mano de la pelirroja haciéndola sangrar un poco, donde la misma espina absorbía la sangre de su herida.
— "Rosas de sangre" o "Rosas vampiro", estas pequeñas atraen a muchos pero es un aroma completamente irresistible para aquellos seres por el olor a la sangre, aunque antes de que puedan cruzar un jardín de estas, las espinas se encargarían de ellos. Creo que puede ser una buena protección a su hogar después de lo ocurrido — comentó algo apenada dejando la flor y tomándose de su propia mano por el pinchazo.
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Post by Eros VIII Aeneas Valentine on Nov 6, 2022 22:20:18 GMT
- Gótico...si, esa es la palabra. - dijo, concordando con la mujer de rojos cabellos. Se podía decir que naturalmente el lugar era un poco lúgubre por sus colores y formas más serias, a comparación de su hogar en tonos blancos y coloridos en algunas zonas. Sin embargo no sentía nostalgia o tristeza o alguna emoción que combinaría más con ese lugar, al contrario, al estar cabalgando tan tranquilo en ese jardín se sentía no solo en otro país, como le había dicho, tal vez incluso en otro mundo. Sonrió un poco para si mismo y sus fantasías, su padre ya le había dicho que debía mantener los pies en la tierra. Algo irónico tomando en cuenta su naturaleza y origen. - Pero, es igual de hermoso. O más bien son bellezas distintas. Sería como decir que una obra de Da Vinci es más o menos bella que una de Van Gogh, distintas y evocan cosas diferentes. Pero igual una sola persona puede admirar ambas. - dijo con una sonrisa, a su manera asegurándole que aquel lugar era tan bello a sus ojos como el de su propio hogar.
Al ver como Camille detuvó a Pandaro hizo lo propio con Magdalena, esperando su respuesta con ojos ansiosos. De nuevo una sonrisa amplia formándose en su rostro al ver que había aceptado su capricho de llevarse algo de esa visita, algo más que buenas memorias. Estiró su mano y por un momento la punta de sus dedos rozaron la piel de la mujer al tomar la flor, un toque de apenas unos segundos había despertado su cuerpo de una forma que solo podía describir como intrigante...y poderosa. Olió la flor en cuanto la tuvo en sus manos y aquel olor impregnó en lo profundo de su mente, era curioso como era un olor familiar y a la vez uno que estaba seguro no había presenciado nunca. Elevó su mirada una vez más ante la extraña explicación de la mujer que tenía frente a él, una planta que no se alimentaba de agua...como le había dicho sabía poco de jardinería pero en definitiva eso se salía de todo lo que alguna vez había aprendido. Al observar la demostración estiró por instinto una mano hacia ella, observar su sangre aunque fuera tan poca le provocó un pequeño vuelvo en su corazón. - ¿Rosas de sangre...vámpiro? - dijo bajito. - Curioso que lleven el nombre de aquello que pueden destruir. - Volvió a estirar su mano, está vez sin detenerse hasta tomar la mano herida de la mujer. Sacó un pañuelo de su bolsillo, como siempre este tenía bordado sus iniciales y unas plumas doradas. - No solo me regala una flor, me regala seguridad y una parte de su historia y de su familia. - dijo todavía observando la mano pálida que sostenía, acercó el pañuelo a su herida y limpió con mucha gentileza la superficie herida, sin importarle que la tela quedara manchada un poco. - Me aseguraré de que crezca un rosal bello y fuerte como...- pausó unos segundos, clavando su mirada bicolor en la mujer. - como el rosal que tiene aquí. - dijo, aunque parecía que se había quedado con palabras sin salir, con sentimientos atrapados.
Después de unos instantes se dió cuenta que nunca había soltado la mano de la mujer, se había quedado de nuevo disfrutando esa pequeño instante íntimo que había sido provocado por la rosa y su explicación. Separó su mano con cierta lentitud, su mente diciéndole que ya había sido suficiente pero su corazón y cuerpo pensando que nunca lo sería. Ese pequeño rubor que se formaba en sus mejillas ante esos pensamiento apareció de nuevo, como tantas veces en presencia de Camille. - Nunca había escuchado de unas flores así. Mencionó que eran una herencia familiar. - Dejó que Magdalena volviera a moverse, un paso lento y tranquilo mientras volví a admirar los rosales. - Creáme que yo también tengo herencias familiares...curiosas. - dijo, enfatizando la palabra. - ¿Son originarias de su tierra natal? - Después de su pequeño momento la curiosidad por las flores había nacido en él.
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Post by Camille Marcet on Nov 11, 2022 5:21:16 GMT
Una pequeña sonrisa fugaz se asomó por aquellos labios de la pelirroja a señal de la ironía que el chico le había señalado con el nombre de la planta. — Si lo vemos de esa manera, igualmente cualquier cosa que lleguemos a amar ciegamente… o a gustar con tal intensidad podría destruirnos en muchos sentidos — poco a poco bajó la mirada ante sus propias palabras, apagando ligeramente el brillo de su mirada con los tintes nostálgicos que la caracterizaban.
El gentil tacto de Eros sobre su mano llamó su atención de nuevo a aquella mirada bicolor, siguiendo cada movimiento con meticulosidad, cada vez que parecía que iba a recaer en sus palabras autodestructivas, el joven se apresuraba - ya fuese con la intención o no - a sacarla de aquel pozo oscuro al que terminaba cayendo una y otra vez. Cuando sus ojos se volvieron a encontrar, la mujer quedó expectante de lo que el rubio fuese a decir… quizá solo fue su imaginación el haber sentido una pausa más grande de lo normal al hablar, “Seguramente me comienza a afectar el aroma de las rosas”, pensó para sí misma quitarse aquella idea de cosas y escenarios que soñó despierta en un instante.
Cuando soltó su mano, ella tomó su mano herida con la sana justo donde se había esfumado el tacto de Eros. Era peculiar aquella calidez que abandonaba el contraste frío de su piel, no había contado con ese pensamiento, esa sensación la había distraído por unos segundos cuando el chico le habló de nuevo. — Ah, si — tomó una pausa retomando las riendas de Pandora — Bueno, en realidad no, yo provengo de Dinamarca y parte de mi infancia la viví en Bélgica. Estas rosas vienen con mi familia desde Rumania… una tradición bastante antigua aunque las usaban con otro propósito. En pocas palabras podrían resultar igual de peligrosas para mi. — hizo que la yegua avanzara al paso de Magdalena para no alejarse mucho de él. — Lamento que las veces que nos hemos visto termino ensuciando sus pañuelos, prometo compensárselo. — comentó con una voz ligeramente apenada por sus actos.
— Cuénteme , ¿a qué clase de herencias “curiosas” se refiere?. Si hablamos de compartir tradiciones familiares me hace imaginar que también posee algo más allá de lo que los ojos humanos puedan comprender en su totalidad. — Los caballos iban de manera tranquila por el jardín, sabiendo bien que debían evitar pasar demasiado cerca de los rosales.
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